lunes, 12 de octubre de 2009

Palermo señores, Palermo

Esta entrada no fue escrita y pensada para ser una entrada en blog alguno, sino que está compuesta por dos mails escritos en dos días consecutivos, por lo tanto espero que el lector sea comprensivo con el estilo y las fallas que la misma pueda contener.

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09 de octubre

Al final si voy a ir a ver a la Argentina mañana. No tomé la decisión en Puán, sino durmiendo. Soñé que lo había ido a ver y que Palermo (no tiene nada que ver con la exposición mediática a la que fue sometido en las últimas semanas...) metía un gol y yo me ponía muy muy contento (no puedo relatar el sueño en su totalidad porque no lo recuerdo bastante bien, pero era un poco extraño todo). Así que hoy me desperté con la decisión de comprar la entrada. Mañana nuevamente voy a experimentar esa sensación tan curiosa de perder un poco los límites individuales fundiéndose en una masa humana. A ver que pasa.

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10 de octubre

Hace un ratito llegué de la cancha, absolutamente empapado, con los zapatos que parecían contener varios litros de agua, con el segundo tomo de "Tiempos difíciles" hecho una sopa (no tanto igual, y aparte no sé para que lo llevé), el DNI pasado por agua (no es la primera, ni va a ser la última vez que pasa) y encima cuando salí del Monumental lo hice por el lado erroneo y tuve que caminar varias cuadras bajo la lluvia (aunque para ese entonces ya la totalidad de mi humanidad estaba mojada) hasta Ciudad Universitaria. Pero nada de eso importa realmente. En este momento tengo una felicidad que se confunde con satisfacción y apacibilidad que sólo es posible obtener después de que allá pasado algo realmente intenso.

Hubiera estado bien si ganaba 1-0. Pero el mundo me regaló algo más lindo. De pronto empezó a llover, primero tímidamente y a medida que pasaban los minutos de una manera más intensa, hasta que en un momento había mucho viento y mucha lluvia y el partido empezó a volverse cualquier cosa. Cuando lo empató Perú te juro que se me partía el corazón. Pero como ya es de público conocimiento cuando no quedaba nada apareció Palermo (el mismo que en el sueño que me decidió de ir a verlo metió un gol que me ponía "muy muy muy feliz") y la locura estalló adentro y afuera de la cancha, y las formas se perdieron bastante. Todo fue alegría, felicidad, y ya no importaba nada. No importaba la lluvia, el estar todo mojado, el agua en los zapatos, el río en que se había convertido la tribuna, el libro que se estaba mojando, el celular que no sabía si se había mojado y arruinado (cosa que no pasó), nada, absolutamente nada. Como dije, la alegría y la felicidad se desbordaron y creo que perdí bastante las formas y la individualidad. Hasta me abracé con alguien que no conozco, y la verdad es que me exalté, grité y festejé bastante. Fue pura magia.

Creo que me voy a acordar para siempre de esta vez.

martes, 29 de septiembre de 2009

29 de septiembre

Al igual que el universo, pasa lo mismo con la vida cotidiana de uno: es inevitablemente dual. Por ejemplo el día de hoy para mi. Por un lado me levanté con un no poco notorio dolor de cuello, me está saliendo la muela del juicio inferior derecha, y cuando subí al techo encontré la desagradable sorpresa de que algún gato ya ha tomado como costumbre el hacer sus necesidades en las macetas de mis incipientes plantitas, para luego destrozar todo lo que hay en ellas. Todo eso combinado me predispuso en un estado alto de intolerancia para con las demás personas, lo cual como es lógico, va repercutiendo en el desarrollo del día.

Sin embargo, por otro lado hay elementos que son sumamente agradables, como el hecho de que al ser una semana de jornadas antropológicas no hay clases de las materias de ese departamento en la Facultad, y en consecuencia en vez de hoy tener que soportar cuatro horas de biblioteca, para después soportar cuatro horas de teórico (que ya nisiquiera los dará la mágica María Victoria P.) ya estoy en mi casa y voy a poder ver el partido del Barcelona ante el Dinamo de Kiev por la Champions League. También podría sumarse algún otro elemento interesante, como el haber leído un pequeño escrito de Hesse titulado "Las voces y el santo", muy inspirado y de muy recomendable lectura (aunque creo que Enrra lo disfrutaría particularmente), o el hecho de que mi hermana G. haya tenido el impulso (inédito) de limpiar el piso de mi cuarto.

Así, como todo, mi cotidianeidad también es dual.

jueves, 11 de junio de 2009

11 de Junio

Al igual que la anterior entrada, esta no está revisada o corregida, por lo cual probablemente cuente en si errores de estilo y ortográficos. Por lo tanto estará sujeta a una posterior corrección.

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El lunes un impulso que sentí inquietarse en la quietud de mi soledad contemplativa me llevó a salir a recorrer el centro de la ciudad. Es algo que otrora disfrutaba mucho, y aun hoy en ocasiones. Sin embargo el recorrido que empezó en las caóticas y sucias calles de Retiro, atravesó la arbolada plaza San Martín (¡Allí se inició el combate!), deviniendo luego a través de la peatonal Florida para finalmente alcanzar su punto máximo en el para mi ya clásico recorrido por las librerías de la calle Corrientes, por algún motivo en vez de resultar una fuente de placer y estímulo, se llenó de un sentimiento nauseabundo. Al sumergirme en una estantería de libros usados en busca de algún volumen de mi interés, no sentía la fascinación y entusiasmo usual, sino que sentía más bien un sentimiento de repulsión, de incomodidad, de no querer estar allí. Me es difícil precisar las causas de este sentimiento. Quizás pueda adjudicarselo a que a veces es difícil el abstraerse de ciertos elementos, como la innumerable masa de personas, las manifestaciones de una sociedad decadente, la mediocridad que a todo marca con su sello y ritmo.

A pesar de todo el recorrido no fue tan vano. En una pequeña librería que está cerca de Callao, sobre Corrientes, me encontré con una pequeña novela de Hesse, Peter Camenzind, la obra con la cual alcanzó notoriedad en el mundo literario de su época. Más tarde, ya en la Facultad, hacia el final de un teórico, le mostré a un compañero el libro y mientras nos retirábamos conversamos sobre su autor y otras cuestiones relacionadas. En un momento me preguntó con que libro debería comenzar la lectura de la obra de Hesse, y casi sin pensar le respondí que con "Demian".

Al otro día me lo encontré a este mismo compañero en el patio de la Facultad, y muy alegre y excitado me relató un hecho que al parecer le había llamado poderosamente la atención. Parece que en uno de los puestos que venden libros dentro del edificio que alguna vez fue una fábrica de cigarrillos (conocimiento que se esparce como un rumor entre todos los que habituamos Puán), estaba exhibido de una manera central y destacada Demian. Esta jugada del azar (como el manifestó considerarlo) le pareció tan simpática que decidió comprarlo. Yo poco o nada dije en cuanto a que considero que el mundo no es una casualidad infinita, o que los acontecimientos que a cada uno le ocurren son generados en cierta forma por el ser que los experimenta. ¿Para qué desperdiciar palabras? Aun así, aquel joven, por "pura casualidad" tendrá al menos un acercamiento a la obra del genial escritor suizo. De la misma forma, que usted, lector de este blog, llega al conocimiento de todos estos hechos por "pura casualidad".

Las personas pueden considerarse un medio a través de cual determinadas influencias actúan sobre el mundo, y lo recorren. Es de esta forma como a través del canal que es mi yo, la obra de Hesse y todo lo que ella implica en la ocasión relatada alcanzará el mundo de este excitable compañero de Facultad. Es probable de todas formas que esta influencia al llegar hacia él no encuentre un medio adecuado para continuar su expansión por el mundo (¡Ojalá esté equivocado!) al toparse con una mentalidad habituada a las concepciones burdamente materiales y "científicas". Pero otra hubiese sido la dimensión de los acontecimientos si la persona alcanzada por esta influencia estuviese "preparada" para recibirla, y hacer de ella algo fecundo y luminoso.

Lo mismo ocurre con influencias de muy diversas índole. Espirituales, psíquicas, culturales, materiales, o del tipo que sean. Pero como ya me he extendido considerablemente en esta ocasión, quedará tratar el tema para un futuro.

domingo, 3 de mayo de 2009

03 de mayo

Una pequeña salvedad: El siguiente texto aun ha de ser corregido tanto en cuestiones estilísticas como en otras menores, pero como no quería dejar que pasara más tiempo si actualizar este naciente blog, va en un principio como está en este momento.

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Un martes de finales de marzo tuve la grata fortuna de ser una de las 30 mil personas que asistió al primer recital que Radiohead ha brindado en la Argentina, y de esta forma se construyó una curiosa y a mi entender hermosa imagen señalada por diversos puntos de mi existencia, los cuales todos tenían el común de converger en esa singular tarde. Detalles aparte, pero es muy interesante el observar como la actualidad que cada ser vive es construida no sólo por lo inmediatamente anterior en un plano fáctico, sino que se apoya sobre un sin número de momentos, los cuales a veces parece continuarse unos a otros, o cuando menos estar conectados entre si a través de una continuidad que poco tiene que ver con la espacio-temporal.

Sólo había un tema que quería realmente que tocasen: Karma Police. Fue el primero que escuché en un ya lejano 2002, y la afinidad fue inmediata. Es difícil hoy rememorar con exactitud y detalle las sensaciones y los hechos generados en un principio, pero si puedo afirmar que la profundidad fue de un grado bastante alto. La cuestión es que la banda, que en vivo toca de una manera impresionante, interpretó esta emblemática canción. En ese momento yo me encontraba a una distancia muy corta de las vallas, en el mismo epicentro de la masa informe en que se habían convertido los espectadores. En ese momento acaeció algo que en algunas ocasiones singulares tiende a ocurrir: comencé a perder la individualidad y fundirme con la totalidad. Si bien no llegó nunca a ser anulada mi conciencia, esta estaba sumamente diluida y el estado mental en el que entré fue sin lugar a dudas bastante diferente del que uno tiene usualmente. Por un momento ya no era simplemente yo, o siquiera me limitaba a ser una masa de espectadores, sino que me expandía desde allí, hacia infinitos puntos, que naturalmente, estaban estrechamente vinculados con los que he mencionado anteriormente.

La ilusión de que existen los límites de una manera absoluta y total, y que no son más que una mera creación totalmente relativa generada por la conciencia no es más que una "tontería". Los límites son realmente relativos, y simplemente la demarcación de los mismos depende y varía según el punto de vista del observador. El estado de conciencia debe ser tomado como el punto de vista, y naturalmente, al estimularlo de la manera adecuada, es completamente factible el llegar a la anulación del yo, o al menos al expandirse en ese sentido.

Aquello que señalamos en el párrafo anterior al ser aplicado a las diferentes realidades puede llevar a conclusiones de caracter sumamente interesantes. Por ejemplo, que el tiempo si bien existe en determinados planos o desde determinados puntos de vista, también es cierto que no deja de ser una "ilusión" y que de manera efectiva y real todos los momentos conviven paralelamente entre si. Quizás por eso es tan terrible el hecho de ya no poder revertir algo cuando está hecho. Lo que es es, y lo que no no, indistintamente de todo lo que se pueda hacer en adelante para "repararlo". Nietzsche en algún escrito ya ha señalado que uno antes de hacer algo, debería siempre pensar que eso luego lo hará de manera eterna e incesante, que nos acompañará por siempre.

Lo terrible de, por llamarlo de alguna manera, la condena de lo que es tiene una contra parte que hace que no sólo no sea terrible, sino que hasta que realmente se justifique. La libertad volitiva de la que cada individuo dispone otorga la capacidad de decir "si" o "no", o cuando menos, cuando la situación se torna obligada, permite tener una actuación digna y honorable. Podría decirse, que como nada es absoluto en el mundo manifiesto, tampoco lo es la libertad, por más extrema que esta pueda ser. Siempre estará sujeta a aquella característica eterna e indeleble de todos los hechos. Sin embargo esto último, como ya he señalado, es justamente lo que le da un sentido a la libertad, su gracia, su justificación.

lunes, 30 de marzo de 2009

30 de marzo

En nuestras ultimas reflexiones planteábamos el hecho de que para estar con las mujeres extraordinarias uno debería evitar el estar con las otras y planteábamos a su vez algunos motivos. Pero también podríamos mencionar otro, y que no es secundario: el hecho de que la cantidad es algo esencialmente contrario a la calidad. El estar constantemente con mujeres, una y otra vez, una tras otra, no hace más que el mediocrizar aquella magnífica experiencia de interactuar con el otro sexo. En vez de ser un hecho excepcional, pasa a ser un hecho corriente, una rutina. Lo que claro, no está mal para almas más o menos vulgares, incapacitadas para experimentar o recorrer lo profundo y sutil que se encuentra en todas las cosas. Pero quien aspire a algo más, a una realidad profunda en dimensiones, entonces, ese debe recorrer el camino de la singularidad.

Naturalmente esto de la singularidad no se agota en el interesante mundo de las mujeres, sino que se extiende básicamente a todo. Por ejemplo, Dios, el ser supremo e infinito por excelencia sólo puede ser uno. Sería una contradicción metafísica el que no fuese así. Pero sin necesidad de irnos hacia planos tan amplios, podemos dar ejemplos más simples y "cercanos": el efecto que producen sustancias que alteran el organismo va disminuyendo en la medida de que su uso se vuelve recurrente, y por el contrario, lo mantienen en la medida de que este se mantiene bajo, o incluso como una excepción.

Es un pensamiento no poco plebeyo el que uno debe amar a todos y a todo por igual, ¡El que todos seamos iguales! Un amor tal, no sería más que un amor demasiado mediocre, digno de una raza de hombres disminuidos y con una clara tendencia hacia la esclavitud o al sometimiento. Aunque, como en este mundo nada parece conformarse con ser una sola cosa, sino que instintivamente tienden hacia su contrario, hacia lo que carece, se da en esto una singular forma, un tanto irónica y otro tanto paradójica. El Amor más elevado, más supremo y más pleno es el que uno puede sentir por Dios, que es lo único que es capaz de englobar y enmarcar todo. Pero una vez que este llega a "Dios", lo atraviesa y vuelve a descender a través de las infinitas direcciones que de él se derivan. Es decir, uno ama o debería amar a todo lo que existe, debido a la naturaleza divina que lo anima secretamente. Aunque, para evitar una mediocrización de este Amor, que hemos calificado de supremo, el mundo recurre a la jerarquía, y es así como uno comienza Amando a Dios, a medida que se va "descendiendo" uno comienza a amar de una manera menos pura, menos intensa, menos profunda, hasta llegar a un simple respeto, y si aun siguiésemos avanzando, llegaríamos al odio. Porque claro está, el Amor y el Odio son las dos puntas ideales de una misma y única cosa.

Ahora, por todo lo dicho, podríamos modificar tranquilamente aquello de que uno debe amar a todos y a todo, a que uno debería respetar a todos. Al menos a todos en la medida de que no se alejen demasiado del buen camino, es decir, del que va hacia lo pleno e infinito. En todo caso, para que no parezca que nuestras consideraciones a veces no tienen que ver entre si, diremos que es digno de plebeyos el tratar a todas las mujeres por igual, y mientras menos mediocre sea lo que se siente y se es, mayor será la diferencia de trato entre una y otra.

jueves, 12 de marzo de 2009

12 de marzo

La semana pasada, durante los tres días en los que estuve en mi casa, no hice mucho más que leerme de un tirón la novela "La ciudad y los perros" de Mario Vargas Llosa, beber café, fumar algunos cigarrillos en el techo de mi casa, escuchar música y mirar fútbol inglés. Fue una manera interesante y agradable de entremezclarme con el devenir, y también lo fue el hecho de poder combinar todas esas acciones de varias formas, dando lugar a algo así como una pieza musical, que suele mantener una serie de motivos que van variando y combinándose de diferentes formas. A veces, pensamientos como este, me hacen sospechar el que no hay gran diferencia entre el vivir y el hacer arte. ¿No hay acaso tanta similitud entre una cosa y otra que el límite justo entre ellas sería imposible de determinarlo con exactitud? ¿No será que el vivir y el hacer arte no es más que una misma cosa? ¿Seremos nosotros los artistas de nuestra propia realidad?

Con respecto a la novela, no se puede decir que sea mala. Este fue mi primer acercamiento a la obra del autor peruano y la impresión es de que es un buen escritor, con una técnica bastante buena y con gran capacidad para desarrollar historias. Pero el ser buen escritor no es suficiente. No es con una gran técnica la forma en la que se hace una obra cumbre al estilo de un Goethe o un Stendhal, sino con profundidad, y esta, no puede ser agregada desde lo exterior, desde la forma. La profundidad únicamente puede provenir desde el interior del autor, y sólo utiliza las formas, los estilos, las técnicas como un medio a través del cual exteriorizarse.

Las obras trascendentes lo son porque sus autores a su vez lo son. Es justamente esto lo que no encuentro en la novela juvenil de Vargas Llosa, y lo que a su vez me invita a no volver a leer un libro de él. Lo que presentan no es suficiente como para saciar mis inquietudes, o colmar mis intereses. Mis horizontes van mucho más allá de lo que esta me ofrece y plantea.

Todos estos pensamientos me hacen volver una y otra vez a aquella aseveración de Schopenhauer de que para leer lo bueno, hay que evitar leer lo malo. Sucede exactamente lo mismo con las mujeres. Si uno aspira a estar con las mujeres que podríamos denominar "cumbres", entonces es necesario evitar a todas las demás. Entiéndase esto último con todos los matices que adoptan las ideas al encarnarse y transformarse en realidad. No es este el único motivo que yo considero a la hora de sostener la idea de que es preferible evitar a las mujeres que no son excepcionales, sino también el hecho de que el relacionarse con una es sumamente complicado y genera demasiado devenir como para andar haciéndolo en exceso. Como dice un buen amigo mío, "de lo bueno, poco".